Antonio de Solís y Rivadeneyra.

Antonio de Solís y Rivadeneyra, hombre público.

     Nació el poeta en Alcalá de Henares, donde recibió bautismo el 28 de octubre de 1610. Hijo del licenciado Juan Jerónimo de Solís Ordóñez, natural de Albalate de las Nogueras,(aunque es erróneo, pues nació en Torralba. Ver en los documentos testamentarios que ponemos en esta página); y de la toledana Ana María de Rivadeneyra, fué estudiante en las universidades de Alcalá y Salamanca. Se instruyó en materias como latín, retórica, leyes y cánones, ciencias morales y ciencias políticas. Hacia 1628 se instaló en Madrid, donde empezó a distinguirse como hombre de letras. En 1636 fue acogido bajo la protección de Duarte Fernán Álvarez de Toledo, séptimo conde de Oropesa, a quien acompañó en sus virreinatos de Navarra y Valencia en calidad de secretario. Años más tarde desempeñaría las funciones de archivero mayor del conde, tarea que le reportaba cien ducados al año. El amparo real le llegaría ya en la segunda mitad del siglo, en 1651, al ser nombrado secretario de Su Majestad, oficial segundo de la Secretaría de Estado, parte de España, y finalmente, en sucesión a León Pinedo, cronista mayor de las Indias (1660). Poco después de la muerte de Felipe IV recibió las órdenes sagradas, en 1667, e ingresó en la Compañía de Jesús. El 19 de abril de 1686 falleció en su casa de la calle San Bernardo, y sus restos hallaron descanso eterno en la Capilla de la Congregación de Nuestra Señora del Destierro.

Antonio de Solís y Rivadeneyra fue un gran poeta y escritor; pero su obra más conocida, y que le daría fama mundial fue: "Historia de la Conquista de México, población y progressos de la América Septentrional, conocida por el nombre de Nueva España", del que se conserva su ejemplar primero en la Biblioteca Nacional de España.

Grabado del escritor y político
Antonio  de Solís y Rivadeneyra,
secretario del conde de Oropesa e historiador de Indias.



      
                                                                               
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Libro: "Varias poesías sagradas y profanas" de Antonio de Solís y Rivadeneyra. Ver el libro en Libros Google, a través de este enlace:

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OBRAS:
POESÍAS:

Poema A La Rosa de Antonio de Solís y Rivadeneyra:

Viene abril y, ¿qué hace? En dos razones
viste a un rosal de hojas que ha tejido
y luego toma y dice: "Este vestido
tiene ojales; pues démosle botones."

Dáselos, y los rompen a empujones
las hormillas, que el tiempo ha colorido,
ascuas hoy, que la púrpura ha encendido
de los que eran ayer verdes carbones.

Nace la rosa pues y, apenas deja
el botón, cuando un lodo la salpica,
un viento la sacude, otro la acosa,

ájala un lindo, huélela una vieja
y al fin viene a parar a la botica;
si esto es ser rosa, el diablo sea rosa.

Poema A La Muerte de Montalván de Antonio de Solís y Rivadeneyra:

Joven, de la parca atroz
el golpe airado y violento
pudo extinguirte el aliento,
mas no usurparte la voz;
que de la fama veloz
el bronce ha repetido,
y halla en el bronce el oído,
cuando a los vientos la fía,
no sé que dulce armonía
que dura más que el sonido.

Poema A Una Dama de Antonio de Solís y Rivadeneyra:

Que me tuviste amor has confesado
cuando ya me condenas a tu olvido;
no me mataras, no, de aborrecido,
dejárasme morir de enamorado.

Haber perdido el bien después de hallado,
es peor que no haberle conseguido;
no es infeliz quien dicha no ha tenido,
sólo aquel que la pierde es desdichado.

¡Oh, nunca yo supiera que me amaste!
Pues juzga mi temor, o mi firmeza,
que tu mudanza es culpa de mi dicha.

Bien conozco de ti que te mudaste;
pero no sé culpar a tu firmeza,
como tengo más cerca a mi desdicha.

Soneto de Antonio de Solís y Rivadeneyra:

Amar a dos, y a entrambas con fineza,
amor es, y el amor más entendido;
que más firme será contra el olvido,
si en dos bases estriba su firmeza.

Niñas, si me cortáis pieza por pieza,
hay para entrambas; y pues siempre ha sido
señal de sujeción darse a partido,
partidme, y no quebradme la cabeza.

Amor y odio, ya en el campo estrecho
del corazón batallas han tenido
juntos en él, aunque entre sí distantes.

Pues si a un tiempo tal vez dentro del pecho
dos efectos contrarios han cabido,
¿por qué no han de caber dos semejantes?


A una dama:
Habiendo sabido que eran cuatro sus amantes.

Tres supe ayer que tenías,
y hoy he sabido otro más;
niña, a esta cuenta, tendrás
mas longanizas que días.

Las mañas de treinta tías
Amor en tu pecho ha puesto;
pero ya que estoy dispuesto
a entrar en tu laberinto
pasaré por ser el quinto
por irme acercando al sexto.

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